La Cacería

Empezó a seguirme un sábado en la tarde desde el supermercado. Lo hizo tan de cerca que cuando accidentalmente se me cayeron unas monedas se sintió en la obligación de ayudarme. Después de eso, tuvo la precaución de seguirme a una mayor distancia. Me siguió todo el camino para asegurarse dónde vivía. No sabía exactamente cuales eran sus intenciones, si realmente buscaba una oportunidad para hablarme o para robarme, violarme, secuestrarme, torturarme, matarme o si tenía algo más original en mente. Tampoco sabía cuánto tardaría. Ya me había seguido durante una semana y mi rutina era la misma. Caminaba del trabajo a la casa por la misma calle a la misma hora todos los días y él a unos 15 o 20 pasos detrás de mí. La típica historia de la chica solitaria que es nueva en el pueblo, que aún no tiene muchos amigos y pasa su tiempo en casa. Apuesto a que eso fue lo que él vio. Fue tan fácil. Aprovechó un día que dejé la puerta principal del edificio abierta detrás de mi y entró haciéndose pasar por un vecino. Me acompañó hasta mi piso y ya no hubo vuelta atrás. Allí confirmé que sus intenciones no eran buenas y era todo lo que necesitaba para disfrutar el momento de matarlo. Sí sí, lo hubiese matado de cualquier forma pero la cacería lo hace más divertido. Aunque lo de arrojar las monedas ya dejó de ser original. Una lástima, ya estaba comenzando a acostumbrarme a este pueblo.

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