Siempre me han llamado la atención las historias y los cuentos de terror. Desde las leyendas de fantasmas y ánimas venezolanas, hasta las películas de terror, aunque no fuesen «apropiadas» para mi edad.
Muchas veces pasaba las tardes de mi infancia en la tienda de mi mamá y justo frente a esta, había una librería. Todas las tardes corría a ese lugar a leer los libros de «Escalofríos» de R.L Stine o algún otro de ese estilo (gracias especiales a Martina y a Cecilia por dejarme leer todos los libros sin comprarlos).
Cuando ya no había nada nuevo que leer, recorría las tiendas de ese pequeño centro comercial hablando con varios de los empleados que allí trabajaban y aprovechando la oportunidad para preguntarles si habían experimentado, alguna vez, algo cercano a lo paranormal, con la típica pregunta: «¿Has visto alguna vez un fantasma?»
Algunos de ellos venían del oriente del país el cual es característico por ser una zona rural con grandes campos abiertos y, por lo que me contó una de las empleadas de una de las tiendas, cuando allá se iba la luz solían contar algunas historias de miedo para intentar asustar a las personas.
De las historias que ellos me contaron no recuerdo mucho, pero sí recuerdo que lo más interesante era recibirlas de primera mano y no de un libro ni de una película en las que sabía que todo era ficción. Yo quedaba asombrada porque las historias que me contaban les habían ocurrido a ellos mismos. ¿A cuántos de nosotros nos encanta cuando la película dice «basada en hechos reales»?
Algunos de mis amigos más cercanos han tenido alguna vez este tipo de experiencias. Por eso, en esta ocasión quise reunir algunas de sus historias, contadas por ellos mismos y basadas en sus experiencias personales, así que con toda seguridad puedo presentarles estos 10 relatos «basados en hechos reales».
1-Silvia:
«Me pasa a veces, cuando he estado triste, que mi papá me habla en sueños, de una manera muy real, muy puntual. Cuando tenía unos 15 años, me intentaron secuestrar. En ese momento escuché la voz de mi papá que me decía: -‘métete debajo del carro, métete debajo del carro’-. Gracias a Dios mi tío salió en ese momento con una pistola amenazando a los secuestradores con disparar y en ese momento aproveché para meterme debajo de un jeep verde».
2-Ixquic:
«Estaba limpiando mi casa a eso de las 11 de la noche y me encontraba en el cuarto cuando de repente sentí que sacudieron duro la puerta y al salir no había nadie. No podía haber nadie, ya que fuera de la casa hay una reja y nadie había entrado ni salido, y yo vivo sola».

3-Aivlim:
«Estaba lavando los platos en la cocina, cuando de repente sentí y vi con el rabillo del ojo como algo blanco pasaba por detrás de mí hacia el lavandero. Después de sentir cómo se me erizó la piel, tuve que asomarme a ver qué había sido. ‘Tal vez fue mi mamá’ pensé, pero al asomarme no había nadie. No sé por qué, inmediatamente pensé en mi abuelo y dije en voz alta: -‘por favor, si vas a cuidarme, no me asustes’-. Más nunca he visto nada parecido».

4-Guillermo:
«Esta experiencia me dejó en un tacón y sin tapita. Mi madrina vivía por Los Palos Grandes (Caracas) y yo iba muchas veces a su casa, pero nunca había pasado nada extraño. Un día, me estaba despidiendo de ella en la entrada del edificio, cuando vi pasar un niño en una bicicleta por el área de la conserjería y me resultó raro pues no vi que se abriera ninguna puerta por donde él hubiese podido salir o entrar en esa parte. Mi madrina vio mi cara y me preguntó: – ‘¿qué te pasa?’ yo le dije que acababa de ver algo muy raro y le conté, a lo que ella me respondió: -‘Ah, sí, ese es el hijo que se le murió a la conserje. Yo lo he visto un par de veces también’-. Me quedé frío y nunca más quise ir a ese edificio».
5-Luis Felipe:
«La noche que murió mi mamá, me encontraba en el hospital con mi papá y mi hermano. Cuando mi papá nos dio la noticia salí corriendo hacia su habitación y al verla, pálida y ya sin los artefactos médicos, me eché sobre su cuerpo a llorar, abrazándola. Unos minutos después, llegó mi hermano, quien también comenzó a llorar y se acercó lentamente para un último abrazo entre los tres, pero al momento de abrazarla, mi mamá tuvo un espasmo. Fue como su último suspiro. Como si no hubiese querido abandonar el cuerpo hasta habernos abrazado una última vez».
6-Pilar:
«Cuando murió mi abuelo pasé muchas semanas triste y lloraba todos los días. Una noche, mientras lloraba acostada en mi cama, volteé hacia la pared y vi en ellas dos gotas resbalándose, como dos lágrimas. Sentí que fue su manera de decirme que estaba allí conmigo y que mi tristeza lo hacía sentir triste a él también. Desde ese día no volví a llorar más».

7-Claire:
«En el campamento de verano en el que trabajé, siempre hubo el rumor de que había un fantasma. Todos hablaban de una tal Mary Rosen y muchos contaban que la habían visto. Yo a esto no le prestaba atención porque era escéptica, pero una noche, ya cuando había terminado el campamento y los niños habían vuelto a sus casas, caminaba de vuelta a mi cabaña y justo cuando pasaba frente al salón de eventos del campamento, vi en una de las ventanas una chica que me veía. Tenía unos ojos muy grandes, el cabello mojado pegado a la cara, como si acabara de salir del agua. Lo que más me impresionó fueron sus ojos y la manera fija en la que me veía. Obviamente, salí corriendo a mi cabaña y al llegar le conté a mis compañeras que había visto al fantasma. Todas regresamos al salón a ver qué o a quién había visto. Tal vez había sido alguien intentando asustarme. Para mi sorpresa, no pudimos entrar puesto que la puerta estaba cerrada con candado y había estado así por días».
8-Carmen:
«Cuando estudiaba la secundaria murió un amigo muy querido al que le decíamos ‘el piojo’. Recuerdo que él solía gastarme bromas, así que cuando fui a su funeral a despedirme, le pedí que si tenía algo que decirme, se acercara a mí en sueños para que no me asustara. Unos días después, estaba en el cuarto de mi mamá hablando con ella, cuando de repente, vi al piojo asomarse en la puerta. Asomó la cabeza y retrocedió para esconderse, como si quisiera hacerme saber que él estaba allí. Mi mamá al ver mi cara me preguntó qué pasaba y cuando le conté comenzamos a rezar».
9-Daniel:
«Un día iba a salir de paseo con mi familia y para ello fui a buscar mi auto en el sótano del edificio. Mi mamá me acompañó, mientras mi hermana se quedaba en el primer piso esperándonos. Mi mamá y yo entramos rápido en el carro porque hace mucho calor en ese sótano y es sofocante. Encendí el motor y mientras esperábamos que se calentara, veo pasar una chica por detrás de mi auto. Ella tenía un cabello largo negro, una braga azul y una blusa blanca. Me pareció extraño porque mi auto estaba estacionado en el último puesto en un rincón del estacionamiento. Mi mamá también la vio porque me dijo: -‘Tu hermana se cansó de esperar y bajó también’.- Volteé hacia atrás por mi ventanilla, porque había visto pasar a la chica por el retrovisor pero inmediatamente desapareció. No había nadie. Mi mamá y yo bajamos del auto para ver dónde estaba y al salir no logramos encontrar a nadie. Además, nos dimos cuenta de que la temperatura ya no era sofocante, por el contrario, hacía frío como si hubiesen encendido un aire acondicionado. Nos miramos un momento y comprendimos que algo extraño sucedía. Volvimos al auto y arranqué mientras mi mamá comenzaba a rezar asustada».

10-Jorge (El Chaka):
«Cuando mi hermano y yo eramos niños, a veces quedábamos al cuidado de una señora y de su esposo, el señor Moisés, quienes eran vecinos y amigos de mi familia. A nosotros nos agradaba el señor Moisés porque bromeaba mucho. Él tenía la costumbre diaria de comprar el periódico y sentarse en su sillón a leerlo. Recuerdo que cuando se mudaron, vino a vivir una nieta de ellos a ese apartamento y al tiempo nos enteramos que lamentablemente el señor Moisés había fallecido. Ella también era muy amiga de nosotros, así que de igual manera siempre la visitábamos, pues eramos prácticamente como familia. Tan cercanos éramos, que nos daba la llave de su apartamento para que mi hermano y yo entráramos a jugar con su Nintendo cuando ella no estaba. Un día, bajamos a jugar y cuando entramos al apartamento, sentimos mucho frió en la casa. Sentimos casi escalofríos. Mi hermano Julián y yo nos vimos el uno al otro, como verificando que el otro sentía lo mismo, pero ambos decidimos ignorar la situación pues eran más las ganas de jugar con el Nintendo. Jugamos unas dos o tres horas y mientras estuvimos allí siempre sentimos mucho frío. Cuando ya nos marchábamos, al pasar por la sala donde se encontraba dicho sillón, mi hermano dice: ‘Chao, señor Moisés’, y cuando finalmente salimos de la casa le pregunté; -‘¿Tú también lo viste?’- Él me contestó que sí. -‘¿Cómo lo viste?’- Le pregunté. Mi hermano contestó: -‘Estaba sentado en su sillón, leyendo su periódico como siempre.’- ‘Yo también lo vi así’, le dije, ‘pero no quise decir nada para no asustarte’. -Lo cierto es que al salir, mi hermano y yo vimos al señor Moisés, sentado en su sillón como siempre, leyendo su periódico».
Puedo decir con mucho pesar que por más que siempre he deseado ver este tipo de espíritus, energías, fantasmas o como quieran llamarle, jamás he tenido experiencias de este estilo. Lo más cercano o inexplicable que me ha sucedido fue …
Verónica:
«Tenía unos 13 años de edad y me encontraba en el baño lavándome la cara en el lavamanos, que se encontraba al lado de la puerta. Mientras tenía los ojos cerrados para que no me entrara el jabón y me inclinaba para echarme agua, escuché por la rendija de la puerta la voz de mi papá (quien había muerto hacía 2 años) que susurraba ‘Vero’. Sucedió tan rápido que no sabía si me lo había imaginado o de verdad había sucedido. Dudé unos segundos en abrir la puerta para constatar que no había nadie. Yo sabía que no había nadie. Estaba sola en la casa».
Como podrán haber notado, muchas de estas historias se relacionan con seres queridos que han fallecido y tratan de hacer una especie de contacto con sus familiares. Otras, tal vez, almas que aún no descansan o quizás no se han dado cuenta que han pasado a otro plano. Lo cierto es que algunas personas son más susceptibles a verlos o sentirlos y otros no tanto.
Lo que no pongo en duda es la veracidad de cada una de estas historias, que como ya dije anteriormente, llegaron a mí de primera mano. Y si ustedes son de aquellos que no creen en nada paranormal, quiero recordarles muy oportunamente, como dicen en mi tierra, «de que vuelan, vuelan».

Nota: Post dedicado a María Luisa y Luis Francisco
