Despertó al amanecer para disfrutar de la hermosa playa de las costas caribeñas. Por fin después de dos largos años, había conseguido tomar vacaciones y escapar del invierno para venir a disfrutar del sol y el calor del eterno verano de la región. Salió presto a nadar como regularmente lo hacía en una piscina temperada, pero esta vez en la inmensidad del mar caribe.
«No se aleje mucho»- Le advirtió un pescador mientras desenredaba una red, al verlo con su careta de buceo. Él le sonrió a pesar de no haber entendido una palabra. Imaginó que era algún saludo y se adentró en el mar. Luego de sortear las tranquilas olas comenzó a nadar.
Le resultó placentera la calidez del agua. Aún era muy temprano y no escuchaba más que el ruido de su respiración y el movimiento del agua. Acostumbraba nadar unos 30 o 40 minutos así que intentó medir ese tiempo ida y vuelta en el infinito mar.
Cuando habían pasado unos 15 minutos y estaba llegando el momento de regresar, notó que el agua bajaba precipitosamente de temperatura con cada brazada. De pronto el agua de color turquesa dio paso a un azul marino oscuro. La inmensidad lo sobrecogió de repente. Parecía haberse transportado a otro lugar muy lejos de aquella playa tan confortable.
De inmediato decidió regresar. Recordó al pescador en la playa e intuyó que algo le habría advertido algo al respecto. Eso le provocó más inquietud. Si le advirtió es porque existe algún peligro y con esta idea en su cabeza emprendió decidido el viaje de vuelta.
De repente, vio algo brillando en el fondo, o lo que al menos él creía era el fondo, pues no lograba divisar nada. Se detuvo flotando para observar y al parecer, lo que sea que brillaba se iba acercando. Continuó nadando lentamente y sin dejar de perder de vista aquel inusual objeto, que al parecer brillaba con cada vez más intensidad, hasta que se dio cuenta de que lo cegaba al punto que, al cerrar los ojos aun seguía viendo el brillo.
Mientras se quitaba la careta y estrujaba sus ojos, algo lo haló de un pié. Volvió a colocarse la careta para observar y donde antes había visto el objeto brillando se encontraban cientos de caras. Personas que alzaban sus brazos con desesperación. Una de esas manos volvió a alcanzarlo y volvió a halar de él a mucha más profundidad. Cuando logró liberarse comenzó a nadar hacía la superficie que ahora parecía más oscura, como si de repente hubiese caído la noche.
Desesperado y con miedo de no llegar a tiempo para tomar aire, nadó por su vida y al llegar a la superficie sintió una mano tomando la suya.
-«Le dije que tuviera cuidado, gringo.»- Dijo el pescador mientras de un tirón lo subía a la lancha, donde finalmente pudo recuperar el aliento y partieron rumbo a la playa. -«Ahí salen los ahogados.» -Gritó el pescador para hacerse oír por encima del ruido que hacia el motor.

Pocos conocen la existencia de la Fosa de Cariaco en las costas de Venezuela, la segunda fosa más profunda, después de la Fosa de las Marianas. Muchos cuentan haber presenciado varios fenómenos desde luces y objetos extraños, fallas de motores y artefactos de localización, hasta la desaparición de embarcaciones.