La evolución de la conciencia

Desde muy temprana edad me ha llamado la atención el tema de la evolución de la conciencia del ser humano. Cuando pequeña, leí un libro supuestamente para niños llamado «Ami, el niño de las estrellas». Digo supuestamente porque este libro, dicho por el mismo autor Enrique Barrios, estaba escrito para niños por la sencilla razón de que la complejidad de las ideas que presentaba eran más fáciles de entender por los niños que aún no tenían tantos estereotipos y paradigmas en sus cabezas como tenemos los adultos.

«Ami, el niño de las estrellas» trata de un niño extraterrestre que viene a la tierra a conocer a Pedrito, un niño terrícola, muy normal, con el cual el lector se siente identificado. Ami, por su parte, es un niño de una civilización más avanzada, que viene a hablarle de la evolución de conciencia de la humanidad y cómo ese nivel aumenta cuando más nos acercamos a la ley universal, que hacia el final del libro descubrimos es el amor.

De niña fantaseaba con que la humanidad se acercaba a ese mundo más civilizado que el autor presentaba en el libro; pero al crecer, esa posibilidad se iba desvaneciendo mientras más conocía sobre la naturaleza del ser humano. Dejé de creer en una evolución masiva. Los seres humanos en masas tienden a comportarse de manera más salvaje, más guiados por su instinto animal. Tal vez sea la sensación de manada, no sabría decir. Además, por lo general necesitan una especie de guía que les muestre el camino, cuando realmente el camino hacia la elevación de la conciencia solo puede descubrirse personalmente, en un viaje hacia el interior de nosotros mismos.

Así que me enfoqué en lo que llamo «intraevolución de la conciencia». Una asimilación interna, parte entendimiento llevado a cabo por el conocimiento adquirido (consciente) y parte conexión con nuestro yo más interno (subconsciente). En el trabajo de la intraevolución, nuestra propia conciencia se volvería tanto maestra como aprendiz. En lo personal, trato de usar esta dinámica para asimilar la información del día a día, de las personas, las experiencias, etc., para sacar el máximo aprendizaje que me ayude en este crecimiento.

Una idea me llevó a escribir sobre esto y es que, desde hace tiempo, he tenido conflictos con lo que llamo el peor enemigo de la evolución de la consciencia: el ego. De esto tengo un ejemplo práctico que me sucedió hace unos días. Iba caminando por la calle para encontrarme con un amigo y paré en una esquina mientras el semáforo cambiaba a verde. Una camioneta dobló en dicha esquina y de la parte de atrás cayó una tabla del tamaño de una puerta. 

Mi instinto me dijo que debía ayudar, pero comencé a evaluar las dimensiones de la tabla y pensé que no podría con ella y si me acercaba haría el ridículo intentando levantarla, además tal vez el conductor ni se había dado cuenta y ni detenía el vehículo, entonces no tendría tiempo de avisarle y me quedaría yo intentando levantar una tabla en medio del camino, llamando al conductor a gritos para que se parara y haciendo el doble ridículo. El conductor en cuestión se paró unos metros más adelante y se bajó a recoger la tabla que, a diferencia de lo que pensaba no se veía tan pesada y la colocó de nuevo en la parte de atrás de la camioneta y siguió su camino.

¿Podría haber ayudado? Sí ¿Existía la posibilidad de hacer el ridículo? También. ¿Importaba? Realmente no, y de seguro podría haber sido una mejor decisión que simplemente haberme quedado parada allí como una inútil, viendo como sucedía todo esto. Continué caminando por la calle, pensando en lo que realmente me hizo no actuar en esa situación y llegué a la conclusión de que el ego había superado toda mi iniciativa y mis principios muy personales de ayudar al prójimo.

Ya que el ego juega un papel tan importante en este tema, me interesé por los temas psicológicos que nos exaltan el ego y que nos pueden retrasar en este camino de evolución. Dentro de estos aspectos podemos nombrar ansiedad, depresión, estrés, etc., y sentimientos negativos como la frustración, la ira, los miedos, los traumas y el resto de cosas que nos impiden ver más allá de nuestras realidades.

La supremacía del ego también se puede evidenciar en nuestras relaciones amorosas. ¿Cuántas veces no actuamos basados en la protección de nuestro ego y no en el sentimiento que tenemos hacia la otra persona, por miedo a hacer el rídiculo (como mi caso con la tabla)? Tendemos a pensar que el mismo hecho de sentir algo nos coloca en una posición de vulnerabilidad que no puede ser evidenciada y, curiosamente, como lo decía Ami, el camino hacía la evolución era precisamente el amor. Qué paradójico camino y qué pocas probabilidades tenemos de avanzar en él.

Sin embargo, aunque el camino sea difícil, un buen comienzo sería partir con la idea del Dr. Daniel López Rosetti, quien dice que: «no somos seres racionales que sienten, sino seres emocionales que razonan». Creo que el camino más fácil sería comenzar a razonar los sentimientos y no intentar apagar los sentimientos con la razón. Este camino tal vez nos lleve a conocer más de nosotros mismos y a tener más empatía con los otros.

Empatía, es otro de los elementos que considero clave en este camino. Hace un tiempo vi un video de una escuela (no recuerdo dónde, posiblemente Finlandia, Holanda o algo así) en la que le leían a los niños un cuento y les preguntaban cosas como: «¿Cómo creen que se sentía la Caperucita sola en el bosque?» A lo que los niños contestaban cosas como «asustada, sola, con miedo». Lo comento porque me pareció una manera muy ingeniosa de enseñar desde muy temprana edad el ejercicio de la empatía que tanto hace falta en la actualidad. Desde hacer un comentario tipo «qué gorda/flaca estás» hasta conflictos de relaciones en las que pueden existir tanto problemas de empatía como problemas de comunicación por no saber expresar nuestros sentimientos.

Sería muy ingenuo pensar que nuestra vida y nuestras experiencias nos van a dar todo el aprendizaje que necesitamos (de ser así, nuestros mundos serían muy pequeños y seríamos seres muy limitados) y es solo a través de la empatía que podemos intentar experimentar lo que se siente ser el otro, aprender de una situación que tal vez no hayamos vivido todavía, aprender una lección sin necesariamente llevarnos el golpe. Tal vez aprender a ser mejores seres humanos.

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