Mi madre tenía una tienda de ropa infantil en la que prácticamente crecí y de la que tengo muy buenos recuerdos. Desde disfrutar probarme las nuevas colecciones de ropa, hasta aprender el sentido del trabajo, esa tienda forjó parte de mí (así como la librería que se encontraba enfrente, de la cual hablaré en otra ocasión).
Mi madre tenía una manera muy particular de atender a sus clientes (quien llegó a conocerla sabe muy bien de lo que hablo).
-«¿Tiene shorts para niños… azules?»
-«Aquí hay shorts para niños de todos los colores señora».
Tal vez era por esto, y la calidad de la ropa claro, que la tienda tenía muchos clientes recurrentes. Entre ellos la mamá de una de mis dos mejores amigas, Kiemi. Aunque Kiemi me ha contado de las innumerables veces que visitaba la tienda cuando su madre le compraba ropa, y aunque yo jugaba con cualquier niñ@ que estuviera en la tienda, durante los pocos minutos que duraba la compra de sus padres, yo no tengo recuerdo de ella antes de conocerla cuando estudiamos juntas en la universidad.
Kiemi: -«Regresa esa foto».
Yo:- «¿Esta?»- Pregunté retrocediendo las fotos en mi cámara digital.
Kiemi: «No puede ser que conozcas a esa señora».
Yo: «Esa señora es mi mamá».
A partir de ese hecho me he preguntado en varias ocasiones ¿con cuántos niños habré jugado esas innumerables tardes a los que después conocí de adulta? Es extraño pero, aunque sé que fueron muchos a lo largo de los años, no logro recordar a ninguno. Quizás, tal vez no jugar, pero sí reconocer la presencia de esa otra persona de edad, estatura y vibración similar a la mía. Recuerdo incluso una vez haber visto un niño muy guapo de quien me escondí para espiarlo entre los vestidos, sin saber de qué realmente me avergonzaba.
A lo largo de la vida he cambiado de escuelas… trabajos… ciudades… países… y de tantas personas que he llegado a conocer solo una pequeña porción permanece. El resto se convierte en personajes de relleno cuyos rostros comienzo a olvidar. Sin embargo, así como ocurría en la tienda…. llegan a mi vida por un par de minutos en los cuales conectamos, compartimos aventuras y nos volvemos grandes amigos para luego partir sin saber si volveremos a conocernos, tal vez en otra vida.