Dicen que tomar una decisión, y dar ese primer paso, es la parte más difícil de todo proceso. Personalmente, discrepo de esta afirmación. Lo más difícil no es dar el primer paso; este por lo general se da en un momento de euforia, por necesidad o al simplemente tener esos pequeños momentos de cordura en el que parece que tu consciencia entrara en sintonía con el universo y, por un par de segundos puedes ver el plan macro de la vida y todo parece haber tenido sentido desde tiempos inmemoriales.
No, eso no es lo más difícil. La parte mas difícil es levantarte al día siguiente y saber que tienes que continuar trabajando por tu meta, adoptando actitudes que te lleven a ella. Es levantarte un mes después y aún tener fuerza para continuar y paciencia cuando no ves resultados. Es levantarte un año después y notar que aunque aún no has llegado a la meta, ya no eres la misma persona de la línea de partida y sentirte satisfecho con eso por el momento.
A veces, he pasado por momentos de mi vida en los que nada parece tener una solución o, al menos, no una inmediata. En esos momentos, recibir frases inspiracionales de las personas es muy fácil. Volverse intolerante a recibir este tipos de frases también. «Poco a poco», «Lo que tiene que ser, será», «Dios aprieta pero no ahorca» y cómo olvidar «El tiempo de Dios es perfecto.»
Una palabra en especial llegó a causar en mi una especie de erupción volcánica interna que implosionaba entre mi alma y mi racionalidad. Esta implosión solo se delataba físicamente en el intento de sonrisa que se formaba en la comisura de mi labio y porque mi mirada cambiaba de foco hacia la nada para poder hacer catarsis. La palabra era: «Paciencia».
«Paciencia» era la palabra para cuando ya se habían evaluado todas las opciones frente a mi situación y mi interlocutor se daba cuenta (al igual que yo hacía mucho tiempo) de que realmente no había solución y que no se podía hacer nada. «Paciencia» era la palabra para decir «qué mierda» pero sin desanimarme. «Paciencia» es el intento de quererle dar fuerzas a alguien, pero al fin y al cabo es una palabra y de tanto escucharla ya pierde el sentido o, como fue mi caso, hasta lograba causar un efecto totalmente diferente.
Quise hablar de este tema porque este año varios de mis amigos, e incluso yo misma, hemos pasado por procesos difíciles, como emigrar, la muerte de un familiar, una ruptura amorosa, o un comenzar desde cero… por segunda vez. Y me enorgullece ver que todos ellos han salido de manera exitosa de los problemas y siguen luchando por sus metas.
Además, sé que muchos tienen nuevas metas para este próximo año y, como ya mencioné, empezar el año con estas metas no es lo difícil. Difícil es que llegue Marzo y aún las recuerden.
A todos ustedes, no importa si no tienen paciencia, si se desesperan en el camino, si acaban de recordar que tenían una meta para este año mientras leían esto, si ya se rindieron con la suya o están pensando en volver a retomarla, o incluso quien sabe, tal vez cambiar de meta. No importa si se rinden un día, una semana o un mes, todo eso está bien.
No seré yo quien les diga «poco a poco, ten paciencia» sino que me reiré (no lo tomen a mal, si algo sabemos los venezolanos es reírnos de nuestras miserias), posiblemente diré «que mierda», porque alguien tendrá que decirlo en voz alta y te acompañaré a darte una pausa de ti mismo, tal vez me de una yo también, rindámonos y mandemos el mundo a la mierda, imaginemos todo en llamas, pero solo por hoy, mañana continuamos. Tal vez mañana tracemos nuevas metas… poco a poco o, cómo decía María Luisa: «piano piano si arriva lontano» (poco a poco se llega lejos).